Cuando era pequeño, como de 3 ó 4 años, recuerdo que mi madre se las tomaba algunos días con su amiga Emilia, para hacer un desayuno un poco fuerte, pero delicioso. Yo como aún no iba al cole, pues nada, cascarón de huevo. Mi madre era una amante de las sardinas arenque y el desayuno era machacar contra la puerta unas sardinas arenques y comerlas con un pan recién hecho y aceite de oliva. Los días que tocaba en casa de Emilia era diferente, porque ella no era o es de Cádiz, sino de Almería y las comíamos pasadas por la sartén y empapando el pan en el aceite sobrante. Una delicia. Creo que de ahí me viene el amor que le tengo a este producto.
Pues bien el otro día me dio uno de esos ataques de melancolía y decidí fabricar mis propias sardinas ahumadas. Salió esto, cosa que os recomiendo hacer en casa, siempre que tengáis una chimenea.
Necesitaremos:
Sardinas frescas y grandotas
Sal
Aceite de oliva virgen extra
Perejil
Pan
Tomate en rodajas
Cebolla fresca en juliana
Perejil o cilantro muy picadito
Perejil o cilantro muy picadito
Cogemos las sardinas y las metemos en una cama de sal, como de un dedo ó 1 ½ dedo. Las cubrimos con otra cantidad igual de sal y las dejamos entre 36 y 48 horas. Ponemos un peso encima para que ayude a secarlas.
Pasado este tiempo las sacamos de la sal y las dejamos secar al aire unas horas.
Las pondremos en un papel de aluminio y las acercaremos a las brasas de la chimenea, cerca, pero no dentro, dejándolas reposar unas 6 horas al amor de la lumbre. Las iremos moviendo y cambiando de posición, para que les de el aroma y el calor a todas por igual.
Pasado este tiempo, las sacaremos y dejaremos enfriar, ya que habrán tomado algo de temperatura. Una vez atemperadas, tapamos con otro papel de aluminio, para evitar que pierda aroma y así éste se concentre y las dejamos hasta la mañana siguiente.
Quitamos tripas y piel. Sacamos los lomos y los colocamos en un útil de barro.
Añadimos aceite de oliva, de la intensidad que queramos, que las cubra. Dejando reposar hasta la noche.
1/2 hora antes de comenzar a montar el plato, cortamos la cebolleta en juliana y la ponemos en agua fría con sal y un chorrito de vinagre, para quiarle fuerza.
Ya por la noche, tostamos a fuego muy lento unas rebanadas de pan. Lentamente, para que queden muy cruijientes, podemos utilizar igualmente la chimenea. Ponemos aceite en el pan, una rodaja de tomate que lo cubra, cebolla en juliana escurrida y los lomos de sardinas ahumadas en aceite. Rociamos con un poco de aceite del macerado y un poquito de perejil o cilantro picadito.
Esto con un vino tinto y buena compañía es una delicia. Un abrazo
Deben estar de muerte, aunque algo engorrosas por los plazos de tiempo de secado, macerado etc. Muchas gracias, creo que me animaré porque le resultado lo merece. Saludos.
ResponderEliminarAnímate, porque merece la pena
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ResponderEliminarDeben estar de muerte, aunque algo engorrosas por los plazos de tiempo de secado, macerado etc. Muchas gracias, creo que me animaré porque le resultado lo merece. Saludos.
ResponderEliminarQue delicatesen cuñado. Rico donde los haya.
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